Saltó una reja para robar, un militar le tiró gas pimienta y murió en el patrullero

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Eran las dos de la mañana cuando un sargento del Ejército entró a su casa de San Antonio de Padua, en Merlo. Estaba con su novia y su mamá, escuchó ruidos y vio, por las cámaras de seguridad, que alguien escalaba las rejas y saltaba hacia el patio delantero.

El hombre, de 34 años, cumple funciones como secretario del subjefe del Estado Mayor General del Ejército, general de brigada Carlos Alberto Carugno.

Había regresado a su casa, alrededor de las dos de la madrugada, para cambiarse y volver a salir con su pareja.

Según declaró, conversó con su madre por algunos minutos y subió a cambiarse. Fue ahí que escuchó ruidos que venían de la calle.

«Revisó las cámaras de seguridad que tenía en el celular y vio a un hombre que había trepado la reja y se había descolgado dentro de la casa. Y ahí vino el patrullero», confiaron fuentes del caso a Clarín.

No está claro quién llamó al 911, pero un patrullero se detuvo frente a la casa con dos mujeres policías dentro. «Desde el balcón de la planta alta, el sargento les arrojó la llave a los policías para que intentaran detenerlo», aseguraron.

El dueño de casa, siempre según su versión, vio que el presunto ladrón estaba «muy eufórico» y que les gritaba e insultaba a las policías que pidieron apoyo. Así llegó otro patrullero con otros dos policías.

Los cuatro agentes intentaron reducir al sospechoso, pero no lograban «calmarlo» ya que «estaba fuera de sí«.

El sargento decidió intervenir y bajó con un gas pimienta que roció sobre quien había irrumpido en su propiedad. «El gas pimienta hasta afectó a los policías un poco, porque es como que voló por el aire. Con eso lograron reducirlo, lo esposaron y lo llevaron», indicaron ante la consulta de este diario.

Así fue que lograron esposarlo y subirlo al patrullero. Según la declaración de los policías, ya estaba lastimado desde que escaló la reja y presentaba heridas en una mano y en un pie.

Antes de llegar a la comisaría 2da. de San Antonio de Padua, seguía «eufórico» y, siempre de acuerdo a la versión policial, se golpeaba con la reja que separa la parte trasera del patrullero «dando patadas y golpeándose la cabeza«.

En la seccional notaron que el joven detenido estaba desvanecido y con los labios morados. «Pidieron una ambulancia, pero como no llegaba decidieron trasladarlo directamente al hospital, donde ingresó ya sin vida», indicaron.

El detenido estaba bajo custodia de la Policía bonaerense al momento de su muerte. Como no está claro qué pasó con él, el fiscal Juan Cruz Bamonte, de la ayudantía fiscal especializada en violencia institucional, ordenó que las pericias estén a cargo de Gendarmería Nacional.

Bamonte no tomó ningún temperamento contra los policías que intervinieron en el operativo y esperaba el resultado de la autopsia para intentar determinar qué pasó adentro de ese patrullero.

Los peritos tomaron muestras y encontraron una campera con manchas de sangre y varias manchas en el asiento, pero volvieron a entregar el vehículo a la comisaría para que sea utilizado.

El joven fallecido, que tendría entre 25 y 30 años, no fue identificado. No tenía documento y se negó a dar su nombre al momento de la detención.

Con la autopsia, que se realizará «entre hoy (lunes) y mañana» buscan establecer si había consumido algún tipo de sustancia que lo mantuviera en un estado de euforia compatible con las lesiones que tenía o si, por el contrario, alguien le provocó las lesiones que terminaron con su vida.

La causa es investigada como «averiguación de causales de muerte» y no hay personas imputadas.

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