La escultura de Lola Mora que quisieron ocultar por pudor y cómo es el trabajo para devolverle el brillo original
Controvertida y disruptiva. La obra y su creadora. Cuando en los primeros años del 1900 Lola Mora cumple con el encargo que le había hecho Adolfo Bullrich, enciende una polémica que durará mucho tiempo. El intendente municipal la convoca para embellecer con una escultura las calles de la Ciudad; la artista plástica entonces despliega todos sus saberes y le da forma a la «Fuente de las Nereidas». Ubicada a metros del ingreso a la Reserva Ecológica Costanera Sur, se convirtió en un Bien de Interés Histórico Artístico Nacional y en un ícono porteño.
Escoltada por decenas de tipas enormes y añejas, los tritones y los corceles, las nereidas y la Venus que componen esta fuente monumental son una referencia visual que hace imposible imaginarla en otro lugar. Pero esta obra cumbre de quien fue considerada una escultora pionera en Argentina y en Sudamérica, debería estar emplazada en la esquina de Perón y Alem, a metros del CCK.
Las clases conservadoras de la época -críticas de los desnudos de las figuras femeninas y escandalizas con los famosos pantalones que usaba Lola Mora- lograron presionar lo suficiente para terminar empujándola hacia lo que era prácticamente la periferia del Area Central. Desterrada, la fuente llegó a Costanera Sur casi al mismo tiempo que se inauguraba el bulevar, en 1918.
Afortunadamente, lejos de aquellos debates de época, y debajo del cielo plomizo de esta primavera, personal de MOA (Monumentos y Obras de Arte, del Ministerio de Espacio Urbano e Higiene Urbana) trabaja en la limpieza y mantenimiento. Arrancaron en agosto y esperan concluirlos para fines de noviembre.
Una de las tareas principales es combatir los organismos que se encuentran en la superficie y en las juntas de las esculturas, que son básicamente plantas y arbustos. Se aplica un producto -biocida- que los destruye y neutraliza. Después, con pinceles pequeños, e incluso con bisturí, retiran la raíces. También se quita el guano de las palomas, la suciedad y el musgo adherido durante años.
En el lugar, Clarín charló con uno de los trabajadores, que explicó por qué se ven como «remendadas» las figuras de los tritones y los corceles: «Toda la escultura está conformada por bloques de mármol. Con el paso del tiempo y el impacto de los factores climáticos y medioambientales, se desprende el material que une las partes, entonces se les coloca un material que permite consolidar la escultura», explicó Manuel. Una vez que termine el trabajo, estas juntas ya no se verán. El material colocado impedirá que se vuelvan a alojar semillas de plantas y arbustos.
En el taller se reproducen las partes que pudieran faltar; esto se realiza con moldes que se toman de la propia escultura y con un material que no tiene valor de reventa, la resina poliéster. A esta resina se le agrega piedra molida para obtener un color y una textura similar a la piedra original.
Contó Manuel que realizando los trabajos pudieron detectar bloques de mármol de una calidad inferior. No implica ningún problema, pero tienen una tonalidad levemente diferente.
En esta escultura trabaja junto a otras tres personas, pero el personal del MOA está compuesto por 20 en total, entre restauradores, escultores, administrativos y choferes. En calles, veredas y espacios verdes de la Ciudad hay 2.482 monumentos entre estatuas, bustos, placas, mástiles, fuentes y monolitos.
En paralelo a estas tareas, elaboran un mapa de deterioros y patologías superficiales que permitirán tener documentado el estado total de la fuente.
“Estamos limpiando de manera muy artesanal y detallada una de las esculturas más emblemáticas de la Ciudad. Cuidar y proteger nuestro patrimonio cultural es tarea y responsabilidad de todos”, dijo el ministro de Espacio Público porteño, Ignacio Baistrocchi.
En esta obra la escultora representó el nacimiento de Venus, diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad, y protectora de la naturaleza. En la base esculpió una serie de valvas de las que emergen tres tritones y tres corceles. Los tritones eran seres mitológicos, protectores del mar.
Luego, sobre un pedestal de travertino de Tívoli -una roca de origen volcánico-, se elevan dos nereidas que sostienen otro conjunto de valvas, de las que brota Venus.
Como ocurre con otras figuras realizadas en mármol que se pueden ver por la Ciudad de Buenos Aires (por ejemplo, la de la República Argentina, en el coronamiento del Monumento a los Españoles, en Libertador y Sarmiento), sorprende el nivel de detalle con el que fueron esculpidas. Los cabellos ensortijados de los tritones, la musculatura de los corceles, la expresión de esfuerzo en el rostro de las nereidas; impactan por su finura y sutileza.
¿Salteña o tucumana? El nombre completo de Lola Mora era Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Los salteños aseguran que nació en El Tala, mientras que los tucumanos dicen que fue en Trancas. Ambas localidades se encuentran separadas por menos de 16 kilómetros de distancia. ¿Fue en noviembre de 1866 o un año después, en abril?
Su biógrafo y sobrino bisnieto, Pablo Mariano Solá, zanjó la discusión asegurando que llegó al mundo en abril de 1867, en Trancas y que fue bautizada en El Tala. De aquí pudo haber venido la confusión.
De todas maneras, fue el gobierno tucumano el que primero apostó por su formación, porque la becaron para que pudiera estudiar en Buenos Aires. Luego el gobierno nacional financió su perfeccionamiento en Italia, a dónde viajó en 1897.
Su figura fue tan valorada como rechazada, porque mientras se le reconocieron su talento y su capacidad creativa con estas becas que aportó el Estado; a su regreso fue rechazada -por algunos círculos ultra conservadores-, porque representaba una independencia femenina totalmente disruptiva para la época.
De todas formas, y más allá de las polémicas, fue muy prolífica. Además de la famosa fuente porteña, existen obras suyas en Tucumán (el «Bajorrelieve 25 de Mayo de 1810», ubicado en el patio de la Casa Histórica de la Independencia, realizado en bronce), en Santa Fe, en Jujuy, Corrientes y en provincia de Buenos Aires, entre otros sitios.
También en territorio porteño hubo dos grupos escultóricos magníficos, que fueron removidos. Estaban ubicados junto a las escalinatas de ingreso al Palacio del Congreso. Representaban las alegorías a la Libertad, el Comercio, la Fuerza (con la figura de dos leones), la Paz, el Trabajo y la Justicia.
Fueron trasladados a Jujuy y la propia artistas supervisó esa mudanza.
Cuenta Pablo Chiesa, museólogo e investigador en el Departamento de Conservación y Restauración del Senado, que el arquitecto Victor Meano le encarga las esculturas a Lola Mora. «Lo hace en 1903, en 1904 fueron aceptados los bocetos. Enseguida regresa a Italia, en donde esculpió las figuras. En 1906 llegaron al país, prácticamente terminadas. Se colocaron en los pedestales en 1907 y permanecieron cubiertas por andamios y tablones de madera hasta 1910, cuando se inaugura el Palacio», cuenta Chiesa en el trabajo «Palacio del Congreso Nacional – El proyecto inacabado de Meano y su despojo artístico» (publicado en su blog Mirada Atenta).
«Si bien los bocetos y modelos de las alegorías fueron publicados desde 1905 en diversas revistas y periódicos, recibiendo numerosos elogios, cuando las esculturas quedaron a la vista del público, no tardaron en llegar las críticas», cuenta Chiesa.
«Adefesios» y «mamarrachos artísticos» son lo mínimo que se dijo sobre ellos en el recinto. En 1921 fueron removidos. Iban a ser trasladados al ex Zoológico de Buenos Aires. Pero finalmente senadores y diputados jujeños lograron cambiar su destino y en 1922 llegaron a esa provincia.
En 2012 se firmó un convenio para la producción de dos calcos de cada una de las esculturas: uno se encuentra en la provincia de Jujuy y otro en el Palacio del Congreso, cuya inauguración se llevó a cabo el 1° de marzo de 2014.